Lo que me parece fundamental y que resumo de la siguiente manera: en la V Conferencia el episcopado latinoamericano participante fue puesto a prueba en su fidelidad al Espíritu manifestado tan claramente en Medellín. ¿Cuál fue su respuesta? De las experiencias vividas y del amplio texto aprobado (en él se perciben las variadas preocupaciones y puntos de vista teológicos, pastorales, etc), se obtiene la respuesta al analizarlo desde esa perspectiva de fidelidad creativa a Medellín en el hoy en 5 elementos que caracterizan desde entonces lo típico y propio del proceso eclesial latinoamericano:
1º. Se recupera el método de trabajo y reflexión, Ver – Juzgar – Actuar:
Como sabemos no es simplemente algo metodológico, sino retomar en profundidad el misterio de la encarnación: Dios se manifiesta en los acontecimientos, en la historia. Por ello hay que abrir los ojos para encontrarlo. Como Benjamín González Buelta indica, el cristianismo es una mística de ojos abiertos, para encontrarnos y recoger las señales de los tiempos.
En Aparecida, después de un proceso al respecto del método, no fácil (ya lo conversaremos ampliamente algún día), la conclusión es la siguiente en el No. 19, que abre la exposición de la siguiente manera:
PRIMERA PARTE
LA VIDA DE NUESTROS PUEBLOS HOY
19. Este documento continúa la práctica del método “ver, juzgar y actuar”, utilizado en anteriores Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano. Muchas voces venidas de todo el Continente ofrecieron aportes y sugerencias en tal sentido, afirmando que este método ha colaborado a vivir más intensamente nuestra vocación y misión en la Iglesia, ha enriquecido el trabajo teológico y pastoral, y en general ha motivado a asumir nuestras responsabilidades ante las situaciones concretas de nuestro continente. Este método nos permite articular, de modo sistemático, la perspectiva creyente de ver la realidad; la asunción de criterios que provienen de la fe y de la razón para su discernimiento y valoración con simpatía crítica; y, en consecuencia, la proyección del actuar como discípulos misioneros de Jesucristo. La adhesión creyente, gozosa y confiada en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo y la inserción eclesial, son presupuestos indispensables que garantizan la pertinencia de este método.
2º. Se refuerza la “opción preferencial por los pobres”, al enraizarla en Jesucristo:
Sin duda fue una ayuda muy importante que Benedicto XVI la asumiera y presentara en esa forma. Esto indica cómo dicha opción ha sido reconocida en la Iglesia Universal y esto es motivo de consolación, aunque sabemos que “del dicho al hecho hay mucho trecho”. El texto de Aparecida resalta dicha opción por los pobres en el capítulo 8 (Reino de Dios y promoción humana), que en su conjunto parece el más armónico y de mejor teología del documento. Además, en el texto, en lugar adecuado se da un buen tratamiento a los nuevos sujetos emergentes de los pueblos indígenas y afrodescendientes. Respecto a la opción preferencial por los pobres se expresa lo siguiente:
8.3 La opción preferencial por los pobres y excluidos
405. Dentro de esta amplia preocupación por la dignidad humana, se sitúa nuestra angustia por los millones de latinoamericanos y latinoamericanas que no pueden llevar una vida que responda a esa dignidad. La opción preferencial por los pobres es uno de los rasgos que marca la fisonomía de la Iglesia Latinoamericana y Caribeña. De hecho, Juan Pablo II, dirigiéndose a nuestro Continente, sostuvo que “convertirse al Evangelio para el pueblo cristiano que vive en América, significa revisar todos los ambientes y dimensiones de su vida, especialmente todo lo que pertenece al orden social y a la obtención del bien común”[1]
406. Nuestra fe proclama que “Jesucristo es el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre”[2]. Por eso “la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza[3]. Esta opción nace de nuestra fe en Jesucristo, el Dios hecho hombre, que se ha hecho nuestro hermano (cf. Hb 2, 11-12).
3º. Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos tengan vida en El:
El tema central asumido por la V Conferencia, realmente es muy bueno. El tomar conciencia que todo cristiano es un discípulo-misionero de Cristo Jesús ayuda a ir al fondo de nuestra vocación. Este tema recorre todo el documento y aunque el peso y modo de trabajarlo en diversos lugares podría haber sido mejor, sin embargo, el conjunto del documento proyecta el desafío de ser discípulos centrados en el Señor Jesús y por ello misioneros, no encerraditos o huyendo del mundo. Este asunto proclama la igualdad fundamental de todos los cristianos y cristianas y nuestra responsabilidad social, asuntos tan resaltados en Medellín, y a su vez levanta el desafío de formarnos como verdaderos discípulos y misioneros de Jesucristo. Y aquí se presenta el debate cristológico y la muy importante contribución realizada en América Latina. Y ese debate, lejos de enfriarse, se va a incrementar por el alcance de lo presentado, aun con sus lagunas, en el documento de Aparecida.
4º. Reafirmación y relanzamiento de las CEBs:
La espiritualidad y teología impulsadas por el Vaticano II, y su generosa acogida y proyección en Medellín, encontró en las CEBs un elemento clave para la conversión y reconstrucción del cuerpo eclesial. En ellas, los laicos y laicas pobres, no serían meros objetos de la evangelización y de la asistencia social, sino sujetos de su propia liberación y factores privilegiados de la evangelización. Pero como un obispo, Dom Angélico, dijo a otros de sus colegas en Aparecida: “nosotros las impulsamos, después nos dieron miedo, enseguida las rechazamos y ahora las necesitamos”. Después de fuerte lucha, en la redacción final del texto, se asumieron las CEBs y se expresó respecto de las mismas lo siguiente:
5.2.3 Comunidades Eclesiales de Base y Pequeñas comunidades
193. En la experiencia eclesial de América Latina y El Caribe, las Comunidades Eclesiales de Base con frecuencia han sido verdaderas escuelas que forman discípulos y misioneros del Señor, como testimonia la entrega generosa, hasta derramar su sangre, de tantos miembros suyos. Ellas recogen la experiencia de las primeras comunidades, como están descritas en los Hechos de los Apóstoles (cf. Hch 2,42-47). Medellín reconoció en ellas una célula inicial de estructuración eclesial y foco de evangelización. Arraigadas en el corazón del mundo, son espacios privilegiados para la vivencia comunitaria de la fe, manantiales de fraternidad y de solidaridad, alternativa a la sociedad actual fundada en el egoísmo y en la competencia despiadada.
194. Queremos decididamente reafirmar y dar nuevo impulso a la vida y misión profética y santificadora de las CEBs, en el seguimiento misionero de Jesús. Ellas han sido una de las grandes manifestaciones del Espíritu en la Iglesia de América Latina y El Caribe después del Vaticano II. Tienen la Palabra de Dios como fuente de su espiritualidad, y la orientación de sus Pastores como guía que asegura la comunión eclesial. Despliegan su compromiso evangelizador y misionero entre los más sencillos y alejados, y son expresión visible de la opción preferencial por los pobres. Son fuente y semilla de variados servicios y ministerios a favor de la vida en la sociedad y en la Iglesia.
195. Las Comunidades Eclesiales de Base, en comunión con su obispo y el proyecto de pastoral diocesana, son un signo de vitalidad en la Iglesia, instrumento de formación y de evangelización, y un punto de partida válido para la Misión Continental permanente. Ellas podrán revitalizar las parroquias desde su interior haciendo de las mismas una comunidad de comunidades. Después del camino recorrido hasta ahora, con logros y dificultades, es el momento de una profunda renovación de esta rica experiencia eclesial en nuestro continente, para que no pierdan su eficacia misionera sino que la perfeccionen y la acrecienten de acuerdo a las siempre nuevas exigencias de los tiempos.
5º. La teología de la liberación:
En el texto no se menciona esta importante y necesaria reflexión surgida en nuestra América Latina y que ha acompañado con singulares frutos el proceso de la Iglesia latinoamericana en el postconcilio. Sin duda que es una deficiencia importante, una deuda a pagar en algún momento del futuro. Pero en Aparecida vivimos un hecho singular, que marca un importante paso respecto a lo vivido en Puebla y Santo Domingo. El grupo de Amerindia, en el que participan reconocidos teólogos de la liberación, en Aparecida trabajó con un grupo de obispos y participantes, con el reconocimiento y aprobación de la presidencia del CELAM. O sea, aunque se tengan puntos de vista diferentes, en la V Conferencia se trabajó en libertad y respeto, conforme a la secular tradición cristiana conciliar.
A partir de lo que te he compartido, mi punto de vista es que la V Conferencia superó las pequeñas expectativas con las que se veía. Es más, un grupo amplio de los obispos latinoamericanos participantes en Aparecida, “pasaron la prueba”. A pesar de las dificultades conocidas, la mayoría de obispos se reconocen y quieren en la vida y espíritu de Medellín y sus respuestas a la realidad de América Latina y el Caribe. Por ello, se conversaba que la experiencia vivida en Aparecida era más rica que el texto aprobado.
Podrás preguntarme qué deficiencia me parece resalta en el documento. Entre las varias que se anotan por varios autores, para mí, una muy clara y que destaco es la forma como “está ausente” todo lo referente a los conflictos, persecución, enfrentamientos con las autoridades, etc, de Jesús de Nazaret. Todo el rasgo de denuncia que comporta el profetismo bíblico se deja de lado. Se presenta la vida cristiana del discípulo y misionero llevando una buena noticia, silenciando que es también “piedra de contradicción”. Por ello, la cruz y muerte de Jesús se interpreta como determinada por el Padre y asumida como sacrificio por Jesús. El asunto de Jon Sobrino ya lo anunciaba. En este tema de la conflictividad vivida por el Jesús histórico, quedó otro asunto a seguir trabajando.
En fin, lo de breve…., tiene dos vertientes: para lo mucho que desearía de compartir, de explicar, etc, lo presentado es brevisísimo. Para el que lo lee, como tú, ciertamente no resulta tan pequeño.
Roberto Oliveros S.J.-jesuita mexicano téologo y pastoralista que los últimos años ha prestado su servicio en Brasil en una articulación latinomericana.
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